La sala

 Circe estaba sentada en su sala, ante una taza de te de violeta, en la que más parecía revolver sus pensamientos que el brebaje. Algo pareció hacer conexión, y se levantó a coger un libro grande de la estantería.

Lo cogió con amor, como quien acuna. Y sopló sobre él y tocó un rubí en la tapa.Evidentemente, el libro y Circe se conocían bien, porque se abrió justo por el pasaje que Circe deseaba.

Sentándose en su butaca, empezó a leer. En voz alta, como si deseara arrullar al mundo para que se durmiera. Su voz tenía todos los matices de siglos de añoranza, esa tan antigua que se parece más al eco cósmico que a ninguna otra cosa.

"Atardecía en Paris. La radio pitó anunciando lo que yo llamo la hora de Dios, ese momento en que la luz anaranjada le confiere  a la lluvia habitual en estos 16 de junio una cualidad casi mágica, que hace que a uno le den ganas de tomar un té en una terraza viendo caer las gotas. Apagué la radio, y una vez puesto el sombrero y la gabardina, salí de casa. No consideré necesario dejar atrás mi habitual cara de perro, es como mi segunda naturaleza, qué vamos a hacerle, tendré que quererme igual.

Caminé sin prisa por el barrio, tarareando una canción de oído ("Still loving you"?),  viendo correr lo que parecía una comparsa ("¿Qué demonios se celebra? ¿San Cipriano?"). Grupos de mayores y pequeños disfrazados corrían como tontos, produciéndome una mezcla de simpatía y pereza vital. Llegué a la terraza de la esquina, una isla en medio de la riada humana y de la que caía del cielo. Sus sombrillas se veían un poco mustias, pero el espacio que dejaban debajo era acogedor como la entrada de una cueva en un día soleado, o como el espacio protector bajo el sombrero de un hongo mágico.

Me senté con los guantes aún en la mano, mirando alrededor. En el otro extremo solo estaba otra  persona, a la que supuse una sensata desertora del carnaval por la máscara de oro que llevaba puesta. ("No es el maquillaje típico, pero no está mal") -lo sé, tengo que dejar de bromear conmigo mismo-. Aparté la vista de ella, porque se acercaba BigSusi, mi camarera favorita. Tiene la mejor mala leche de todo París, muchas libras de más y no la importa una mierda. Hay por ahí una recomendación para relaciones sociales de llevar mano de hierro en guante de terciopelo, pero Big Susi es más un estilo la mano en guante de acero y ya está.

-"Hombre, Cuervo, estás tan feo como la última vez"- me saludó. Ella así. Pura diplomacia.

-" Son los baños de avena que me regalaste, supongo.¿Alguna otra sorpresita que quieras otorgarme?"- (me había llenado de ronchas el cuerpo, pero eso es otra historia).

-" Sí, tengo vino suizo. Tinto. Con el wan ton está muy bueno".

-" ¿Cuál es el truco esta vez ?".

-" Ninguno. No sé. Es un vino muy estiloso, pero lleva tiempo en el estante. No sé por qué nadie lo pide, con lo bonito que es por fuera. Total, que quiero quitar el estante porque me estorba al pasar."

-" Estupendo, Susi. Soy tu cubo de basura, quieres decir."

Se ríe. Ni afirma ni niega, eso en ella es dulzura.

-" Si te da miedo el vino te traigo una tila"

Como me conoce esta chica, justo las palabras en la diana, no me puedo resistir.

-"Anda, tráeme el vino, supongo que no me moriré de esta"- dije con la acidez de una broma dirigida a mí mismo- y una tapa de brie.

-"Ts...queso... O paté ¿no?- me impuso una vez más. 

-" O paté" - asentí. Big Susi en modo apisonadora es demasiada Susi.

Sonó un pitido en su móvil, y lo sacó con un gesto impaciente de su delantal.

-"¡131mensajes! están locos...- y se largó con paso rápido sin decirme nada más.

Otro habitual en la calle apareció: Ibrahim, el que se gana la vida tocando canciones. Supongo que la lluvia le hacía buscar tejado para no rebozarse con el lodo de París. Dejó el ampli en el suelo y compuso un acorde de sol sostenido. Mierda. Otra vez Boney M.

Se sentó en una mesa, y abrió su portatil IBM -" a saber de donde coge la red"- y se puso a trastear en él. La guitarra cambió su sonido por otro más distorsionado. Bien, eso significa Led Zeppelin. A veces me pregunto si Ibrahim se molesta en mirar a la cara a sus clientes. Parece no importarle nada si gusta o no gusta, aunque dependa de ello su sustento. Toca con una suerte de suerte de autoabsorción que más parece onanismo que pedir francos. 

Se abrió la puerta del establecimiento y apareció una chica nueva, muy apurada, equilibrando a duras penas una botella  de vino (muy bonita, cierto) en la bandeja.

-" Hola, soy Tina, su nueva camarera"- soltó de un tirón, como si la hubieran instruido bien en un cursillo de escuela de hostelería. Lo que pasa que allí, en el reino de Big Susi, se veía un poco fuera de lugar. Supongo que terminaremos acostumbrándonos también a esta nueva manera de ser una excluida, y en breve formará parte habitual de nuestro paisaje. Como cada vez son más los exluidos que no saltan esa indefinida línea que marca la inclusión, cada vez se acerca más el punto de masa crítica en la que la exclusión es donde está todo el mundo, o el mundo está vacío. (No es un lío, hasta mi cabeza con lo perra que es puede con ello).

Tina se parece vagamente a Big Susi, versión Lolita, y se lo comenté.

-" Es tía"- comentó laconicamente, como si le hubiera mentado una parte pudenda-" es tanto..¿está todo o le traigo algo más?- dijo con voz aguda, como si la tensión entre la cortesía y las ganas de evitar la conversación la afinaran como las cuerdas de Ibrahim.

Este eligió justo ese momento para alzar sus ojos azules de mestizo del ordenador, y su mirada se enganchó con la de Tina. Ese tipo de segundos en los que el mundo se borra de algún modo, corrió como una corriente entre ellos dos. Y yo, como soy CaraPerro, me divertí bastante cortando la corriente.

-"Sí, guapa, tráeme también unas anchoas. Y una baraja de cartas".

Parpadeó como quien despierta.

- "Eh, sí, claro, enseguida, señor"- dijo confusa, avergonzada. Será idiota. Avergonzarse de salirse de la línea de tiro, uno de los pocos sitios donde no existe la muerte. Cómo son los humanos. 

Volvió enseguida, trayendo todo lo que le había pedido ("sorprendente, no esperaba que lo recordara"), procurando pasar por el lado de Ibrahim, que le dirigió una sonrisa blanca de las suyas, abierta, cálida como él es. Pobre Tina, no tiene la menor oportunidad de resistirse.

Claro que tampoco parece que quiera hacerlo. Si no era esa noche sería la otra, pero acabarían hallando el paraíso en los labios del otro. Es lo que tiene Paris, está llena de huríes. Y más si no tienes miles de francos. Amor, lluvia,..

Empecé a hacer mis castillos de naipes. Lo sé, es un poco raro, pero me gusta, simplemente. Como Tina con Ibrahim tampoco encuentro el menor motivo para no hacerlo. La mirada insistente de Mascara de Oro, que llevaba rato mirándonos a todos como si fueramos carpas en una pecera, no me intimidaba. Estoy acostumbrado, todo el mundo termina teniendo algo que decirme. Suelen querer contarme su vida, así que yo les hago a ellos un resumen a toda prisa y terminamos antes. Poco cortés? No lo sé. Pero, como Big Susi, es de una brusquedad a la que puedes terminar encontrando su encanto. Ahorra tiempo en presentaciones. (Otro concepto idiota, ahorrar tiempo para qué?). 

El castillo de naipes tenía un mal día. Una y otra vez se me desmoronaba en la misma carta. Daba igual que lo pusiera en el primer piso que en el del medio que en el último. El cinco de picas, se había rizado con la humedad y no había manera.  

-" Deberías secarlo un poco"- dijo Máscara de Oro la enésima vez que se me cayó. Parecía exasperada, lo que no era de extrañar ya que se había pasado la última media hora esperando que lo completara. Así es el humano. Siempre sufriendo por cosas que no son asunto suyo en realidad.

-" ¿Quieres secármela tú?"- la provoqué con una sonrisa en la voz, la de perro juguetón lleno de dientes blancos, y seguí montando los naipes. Me miró inexpresiva pero no me lo tomé a mal, después de todo no es fácil hacer gestos con una máscara de oro puesta, puedo perdonarla.

Había dejado de llover, y tampoco pasaban más transeúntes. La noche cerraba ya y las luces de la fachada se encendieron. Salió Big Susi después de darle la vuelta al cartelito de "open".

-"Amigos, quito la terraza. Si quereis pasad adentro hasta que termino de limpiar, queda un rato".

Con estas palabras u otras parecidas, se abría lo que yo llamaba el reino de Big Susi, un espacio tiempo sagrado en la madrugada en el que el bar queda cerrado con sólo los habituales dentro, almas extrañas y solitarias que encuentran una especie de salón para reunirse con sus "familiares". Esa comunidad no de sangre o alma, sino de "destino en lo universal". Un momento para desnudar el propio ser de modos que ningún pariente, jefe o vecino conocerán jamás, y sentirse arropado por la falta de ganas de juzgar o competir del otro.

Mi castillo de naipes se desmoronó por última vez, y el cinco de picas cayó al suelo. Se incendió. Simplemente. Máscara de Oro pasó por mi lado. 

-" ¿Así de seca o más?"- dijo con sarcasmo mientras entraba por la puerta. 

Eh, un momento. Acababa de pasar algo interesante. Teniendo en cuenta que el suelo estaba empapado y ella a cinco metros, no había muchas posibilidades de que lo hubiera hecho ella o.. espera. Geolocalizar...not found, huella en vaso...nada.  No sabeis lo raro que puede ser eso. Si no acabara de pasar, diría que nadie puede evitar estar en mi base de datos de cliente, de una manera u otra. Mientras me pensaba si dejarlo estar apareció Willie Toro, dejando caer su manaza en mi hombro.

-" Mira, justo iba a pedirte fuego, pedazo de incendiario".

Willie es un bigardo, con más corazón que cabeza. El se define como gordo y yo diría que sí, que está de buen año. Tiene tetas y el tamaño de dos osos, lo que hace que cuando se pone en jarras aparente ser un obstáculo infranqueable. Tal vez por eso es capitán de la guardia y solemos convertirlo en nuestra bolsa de oro cuando juntamos dinero para algo. Está más seguro que en un banco. Todo él desprende una sensación de vitalidad excesiva, demasiada para un solo cuerpo. La necesidad de expresarse le sale por todas las costuras. Es como el sol, tampoco se le aguanta mucho tiempo sin agotarse. Un buen tipo.

-"¿ Qué, está abierto o hay que esperar a que abra Susi?"-

Pobrecillo, cómo le traiciona el subconsciente. Hace años que está enamorado de Susi, todos lo sabemos. Y en fondo serían la pareja ideal si Wille tuviera mas malicia, pero es demasiado buen hombre. 

-" No, está abierto. Entramos si quieres".

-"Pues venga, levántate"- dijo pegándole un pisotón a la carta que ardía.

Le eché una última mirada al naipe y decidí dejar pasar el asunto. Quizá el vino suizo ayude a enfocar la vida de otra forma. 

Dentro, Tina fregaba la barra. Nos aupamos a unos taburetes que antaño fueron rojos.

-"Habrá que empezar con un gin ¿qué marca tomas?"

-" No me gusta la ginebra, te lo digo todas las veces"

-" Venga, hombre, no me hagas el feo".

(El ritual de siempre. Continúa así por otros cinco minutos y termina cuando dejo que me pague una copa que yo no me tomaré y dejaré "olvidada" a la primera oportunidad porque me gusta la buena voluntad de Willie pero no la ginebra).

Sin embargo, parece que Tina era el heraldo de los vientos de cambio. Esa noche no me dió la gana.

-" Mira Will, te lo agradezco, pero voy a seguir con este vino, que está bueno. Toma tú también lo que quieras, está pagado".

Y plantándole la botella delante, aproveche para ir al baño y a la vuelta no volví a su lado, si no que me paré al otro extremo de la barra.

-" Big Susi, ponme otra botella de ese vino".

-" Te ha venido de perlas, eh?"- dijo sonriendo, maligna. Ella sí sabe que odio el olor a colonia de la ginebra.

-" No ha estado mal"- dije con displicencia.

Cuando Susi se fue tuve dificultades con el tapón de la botella. No se abría. Cara de Oro se me acercó, y quitándome la botella de las manos la abrió. Esta chica nació para irritarse conmigo. Habría jurado que el corcho saltó a su mano y lo miré, quizå demasiado fijamente. 

-" Demasiado hábil para tu gusto, simple mortal?- dijo fingiéndo la voz. Supongo que formaba parte del disfraz. La verdad es que me había dejado parado, pero me recuperé. No soy quién para aguantar que me llamen simple mortal.

-" La verdad es que no, baby"- dije despacio, lo más frío que pude, que no es poco, clavándole el ojo de dar escalofríos.

Sorprendentemente (para mí) ella se rió, echando para atrás la cabeza.

-" Tienes mas temple del que esperaba para ser tan torpe. Me sorprende. Me gusta. Perdonaré tu mísera vida, por hoy no serás convertido en cerdo". 

Y se dió la vuelta, haciendo ondear el extraño textil que llevaba. Guau. El que no está acostumbrado a ver esto soy yo. Tomé la capa y la seguí hasta su mesa. Necesitaba su nombre, su telefono, su cara, su casa. 

-" Bien"- dije girando una silla y sentándome a lo John Wayne- " me has insultado y te has ido. Este es el trato: me dices  tu nombre y no morirás esta noche"- (estaba ablandado por el vino, supongo). Ella volvió a reirse como si no hubiera oído nada tan gracioso en toda su vida. Y me gustó su risa. Me gustó hacerla reir. Algo muy antiguo se removió dentro de mi ¿Calidez?¿Distensión?¿Apertura? No sé. Ni siquiera sé si era agradable o incómodo. Sensitivo, seguro. Muy interesante.

Me miró atentamente con sus ojos. Eran casi amarillos, pardos y verdes.

-" ¿De qué te sirve saberlo?"- 

Oh, cielo, si tú supieras. Ningún detalle que no pueda saber. De la vida y circunstancias, del cuerpo, del alma, del pasado, del presente y porvenir. De los diez mil nombres, de las diez mil vidas, de los cielos y los infiernos. Sólo de eso me sirve.

-" Curiosidad. Y quisiera dejar de llamarte Cara de Oro. Me gustaría algo más personal".

Me miró sorprendida, como si no estuviera acostumbrada a que se buscara su cercanía. Créeme, sé cómo se siente eso, podría reconocerlo en cualquier parte. Pero de pronto, algo pasó por su cabeza y sus ojos se achinaron. Y pisó el acelerador. 

-"  ¿Tan personal como para subirte conmigo a la habitación? Está en esta misma torre"- dijo como probándome. 

Me tocó mi turno de sorna interior. Como si tuviera algo que temer.

-" Y hasta el infierno, si tu quieres"- sonreí ( soy un encanto) -" ¿ en tu casa o en la mía?".

Chica lista, no dijo mi casa. Se levantó y dijo "ven" como quien no duda de ser obedecida. Una vez en la habitación, nos besamos y nos desnudamos, no tanto por la presión del deseo como por una extraña certeza, como quien está seguro de a lo que ha ido y lo que ha de suceder. Nada de luces, nada de quitarse las máscaras, breve, intenso, repetido, como si no fuese el sexo lo importante de ese encuentro, como si importara más el ritual de encontrarse. 

No vimos amanecer, las ventanas estaban cerradas a cal y canto, pero yo siempre sé cuando amanece. Quizá ella tampoco durmió en realidad, o si, o a medias, no sé, como si disfrutase en silencio, como si el mero contacto colmase sus sentidos. Lo sentí mejor que lo explico, ya lo sé, pero de alguna manera, yo también sentía lo que ella sentía, y que ella sentía mis sensaciones. 

Ella levantó la cabeza y susurró en mi oído:

-" Perdona que no me quite la máscara, pero no es posible. Me llamo Morgana. Le Fey, no se si te dice algo el nombre, hace mucho que no venía por la ciudad".

Si, si me decía. Muchas cosas. Porqué un "mortal" había sobrevivido a una noche conmigo. Porqué no aparecía en mi base de datos. Por qué esta sensación del mundo completo con ella en mis brazos. Porqué esta certeza de todo en su lugar. El momento cero en que se encuentran la inmortalidad  y la muerte donde se completan mutuamente y simplemente queda la vida, los límites del mismísimo Paris.

-" Y lo siento si no te dije que no llevo máscara en realidad. Mi nombre es Anubis. Y esta cara de perro es la mía habitual".

Ella se abrazó a mi, y me susurró:

-" Está bien, hoy tampoco te convertiré en cerdo".

Me recuerdo sonriendo en la oscuridad. 

No volví a verla . Es perturbador pensar que la única persona con la que me apetecería acompañarme sea precisamente la que jamás bajará a mi casa. Algunas veces encuentro ecos de ella en mi base de datos. Me manda bastantes recuerdos, en realidad. Aprendo por ellos lo  que resulta exasperarla. Yo tuve suerte, supongo".


Circe cerró el libro con un suspiro, pensando en lo cruel que pueden ser el haz y el envés de una misma historia. "- Ay, Morgana, tienes tanto que contar.."

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